Por Rodolfo E. Fogwill
Escribí en diciembre que los radicales, en general, no tenían política. Una política radical, a la vista de los primeros movimientos del gobierno recién instalado, era producto de las pesadas circunstancias más que de cualquier proyecto de partido, o de grupo. El Porteño publicó eso en su número de enero produciendo distintos tipos de críticas, enojos y reproches. Pasados cuatro meses, y confirmando el pronóstico que formulaba aquel primer análisis, espero que esta vez los críticos atiendan a la lectura de mis observaciones en lugar de dedicarse al registro de las emociones que algunas frases y subtítulos les puedan despertar. Se trata de analizar la herencia cultural del Proceso en sus relaciones con la política de estos días.
El Proceso no es el proceso
La palabra "proceso" forma parte de aquella herencia cultural. Acuñada por los fundadores del régimen de 1976, su empleo sirve para ocultar un dato indispensable, sin cuyo concurso no se pude entender la situación contemporánea. Hablar del Proceso, es sostener la creencia de que aquello comenzó en 1976 y que concluyó en 1983. Falso: la metodología represiva que pasa por ser un rasgo característico de esos años de Videla a Bignone, no comenzó en 1976 sino en los primeros años de la década: las desapariciones de Martins, Maestre y tantos más, la matanza, -nunca revista-, de Trelew, los operativos de Ezeiza y las actividades de la AAA tienen el mismo signo y la misma función que los operativos de 1977.y 1978. Algo semejante ocurre con la política económica, cuyas raíces se encuentran bien definidas en cuanto a la redistribución por el gabinete de Rodrigo, yen cuanto al endeudamiento externo en todas las políticas bancarias y cambiarias que se sucedieron al cabo de la gestión de Gelbard. Las mismas características del operativo militar de 1976 prueban que el cambio de autoridades fue más un procedimiento administrativo que una "revolución". Revisar la prensa de la época, y el testimonio de la resignada complacencia de parlamentarios peronistas, frentistas y radicales aclararía mucho al respecto.
Más difícil será determinar la verdadera fecha de cierre del Proceso. Para algunos terminó con el interregno de Viola. Para otros, con la movilización del 30 de marzo de 1982, o con la aventura militar del viernes siguiente. No faltan mentirosos: por ejemplo, Athos Fava llega a decir que la democracia actual es el "fruto de la heroica lucha de los trabajadores y el pueblo ..." Estoy convencido de que todo el espectro político tradicional argentino, desde Alsogaray hasta el último diputado herminista, estaría dispuesto a suscribir esta ilusión del secretario del Partido Comunista local. 'Allá ellos. Los historiadores del futuro tendrán que. realizar su tarea entre millones de frases por el estilo, y seguramente acabarán dividiéndose entre quienes piensen que el Proceso dio por terminada satisfactoriamente su tarea histórica de redistribución y dependencia, quienes calculen que sus autoridades resolvieron retirarse ante un diagnóstico general de ingobernabilidad del país, y quienes cínicamente supongan que la banda que tuvo a su cargo la gestión 1976-1983 del largo Proceso de la Argentina se dio por satisfecha con el saqueo realizado por sus principales cabecillas. Faltaría establecer qué fecha han de elegir para la demarcación del verdadero fin del Pro ceso: ¿1985? ¿1989? ¿2004? No se puede conjeturar. Lo cierto es que ha bitamos temporariamente en una etapa "democrática", decidida por el gobierno de Franco, Nicolaides y Hughes sin consultar al señor Athos Fava. Como el empleo de la palabra "proceso", el actual uso de la expresión "democracia" es también una herencia del Proceso: herencia lingüística, cultural, o política. Aunque el partido mayoritario fue objeto de infiltraciones, manipulaciones, proscripciones e internas fraudulentas, hay consenso en que las elecciones de octubre fueron tan "democráticas" como es capaz de resistirlo el país. También sus resultados fueron "democráticos": se impuso la minoría más democrática con el apoyo electoral de otras minorías, no tan democráticas, pero que, siguiendo el estado de ánimo de la junta militar, estuvieron dispuestas a aceptar la democracia como un mal menor.
Habría que determinar si los efectos del cambio de gobierno son también democráticos. En principio, es dudoso que pueda hallarse en el mundo un grupo humano con mayor vocación democrática que el que rodea al doctor Alfonsín. Pero esto es una herencia del Proceso: años de dictadura han llevado a confundir el concepto de democracia -gobierno del pueblo- con los conceptos de libertades y garantías eso que tanto empeño se ha puesto en conceder a
Sucede en bellos países que se dan maña para resolver los conflictos distributivos entre sectores de su economía repartiendo excedentes captados de otras regiones: ese arte de ajustar la moneda, el cambio y las políticas comerciales para que todo siga funcionando como en los tiempos de
¿Qué puede hacer un radical en esta situación? Hay un ejemplo: cuando la realidad de la mesa mal distribuida y la baraja marcada del campo sindical de mostró la inviabilidad de un proyecto literario de legislación, en lugar de hacer la autocrítica de la ilusión cívica que lo animaba, recayó en la crítica de la realidad, como si la realidad pudiese convertirse en una entidad accesible y sensible a las invocaciones del discurso político. Hay más ejemplos: las Fuerzas Armadas, el Fondo Monetario Internacional, la potencia hegemónica del Norte, los precios de la canasta familiar, etc. Cada uno de estos campos arroja una misma enseñanza: la inutilidad de las intenciones que se vuelven contra la apariencia de las cosas, sin operar sobre la verdadera entidad de las cosas - "¿ y cuál es la verdadera naturaleza del imperialismo, de la burocracia sindical, del capitalismo dependiente, de los desequilibrios regionales, de la estructura de los mercados de distribución argentinos ... ?" Podría preguntar un radical a esta altura de mi artículo.
Yo no sé, pero yo no me postulé para administrar la herencia del Proceso, ni me postularía para hacerlo en estas condiciones. En cambio, se que la frialdad popular que respondió al festejo de los primeros cien días, la calidez verbal con que media docena de funcionarios estadounidenses se dirigieron a los funcionarios argentinos, la crudeza del diagnóstico que después de sus diabluras multinacionales decretó el octogenario Prebisch, el rebote legislativo del proyecto sindical, la disparada de los precios, la decepción de los que imaginaban una justicia reparadora a la irreparable guerra sucia, el lento desinflarse del Plan Alimentario Nacional, la vía muerta a la que fueron a parar algunos planes ferroviario-culturales, todo eso y todo lo demás, tiene un denominador común: la inutilidad de la retórica, ese arte que sirve para ganar voluntades en el gratuito acto de votar, pero que impide dominarlas en las costosas operaciones económicas y biográficas que componen la vida de las sociedades. Claro: todo este esquema se derrumba frente a una pregunta típicamente radical: "¿y que pasaría con un gobierno de Luder ... ?" Tiendo a pensar que ni si quiera sería más caótico: sería igual. Luder, como Alfonsín, fue radical, y si su tardía conversión al peronismo le deparó posiciones que difícilmente habría encontrado en su partido de origen, a la vista de sus expresiones y de sus actos, no le brindó mayores enseñanzas. Probablemente la diferencia entre Luder y Alfonsín se resuelva en que uno parecía más dispuesto a compartir el poder con los que se comen las eses finales, y el otro parece más dispuesto a compartirlo con los que se comieron la riqueza del país. Pequeñas diferencias para dos proyectos que se disponían a compartir la, herencia del Proceso: una baraja de naipes marcados que se distribuyen des parejamente entre los ciudadanos. De cualquier forma estamos en una democracia que autoriza a publicar estas reflexiones, y la dictadura militar es cosa del pasado. Otra herencia del Proceso: la expresión "dictadura militar". ¿Hubo una dictadura militar? Todos hablamos de la "dictadura militar". Hasta hay inteligentes que piensan en la dictadura oligárquico-financiera multinacional que comenzó a montarse en 1974 y para nombrarla usa la expresión "dictadura militar", dándole el nombre de una de las instituciones que sirvieron a su política y creando un plano de diálogo en el que la verdad del Proceso se escapa. Ese escape es otra herencia cultural del proceso: una cultura "radical" en la que vive la mayoría del pueblo, y según la cual, el 10 de diciembre, las invisibles murallas de
Mientras, la justicia, en la medida de sus posibilidades, debe dirimir la cuestión de los desaparecidos. Algo desagradable: acabo de recibir una invitación: la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires me convida a participar en el acto de homenaje a Haroldo Conti que se realizará entre el 7 y el 11 de mayo de 1983 en el Centro Cultural San Martín. Evidentemente, no se trata de homenajear a una obra literaria: es un repudio a los "errores" y "excesos", esa cuestión de los "desaparecidos". Otra herencia cultural: este teleteatro del horror montado para enseñar a las nuevas generaciones lo que va a sucederles a quienes intenten transgredir los límites del disenso permitido. "La violencia de arriba genera la violencia de abajo... " repitió un militar, -Perón-, y la violencia de abajo, se vio, determina el delirio del terror de arriba. ¿Qué hace la Municipalidad? Homenajea a las víctimas inocentes que pertenecen al ámbito de las artes sagradas. Un buen tema para ambientar su Feria del Libro y sus exposiciones culturales patrocinadas por la gran industria. El terror de Estado, se ve, no sólo sirve para estimular la industria editorial con temas espectaculares, sirve también para fundar una cultura condenada a rumiar los temas de la inconmensurabilidad del horror, de la impuntualidad de la justicia, y de la impensabilidad de ciertas situaciones límite. Otra herencia cultural del Proceso: la impensabilidad de las situaciones límites de
Perdón Rodolfo, es demasiado largo para la dinámica del siglo XXI. Hay hasta lo que leí un error fatal en tu analisis. El proceso en la argentina comenzo a gestarse en 1810 con el asesinato de Moreno...y sus hitos importantes fueron, Rosas, Yrigoyen, Perón, la caída de Frondizi, de Illia. Lo mismo que le decian a Evita, le dicen a Cristina. Cuando logres tener poder de sintesis te leo, perdón no es descalificativo, sino una necesidad de los tiempos, la información es infernal.
ResponderEliminarCaballero, es evidente que no sabe que Rodolfo falleció en 2010 y fue un importante pensador, escritor y poeta de la époce del "proceso". Saludos
EliminarEncuentro un error de fechas en esta transcripción del texto de Fowill; si está escrito luego del triunfo de Alfonsín, y su asunción el 10 de diciembre de 1983, la invitación para un homenaje a Haroldo Conti debe haber sido para mayo de 1984. Saludos
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