martes, 23 de diciembre de 2008

LEVINAS VUELVE, LA VIDA CONTINÚA


Antes de que pasen los reyes magos, "No Hacemos Falta" retorna al aire el próximo lunes 12 de enero a las 16:30 hs a través de Radio Cooperativa AM 740

http://www.am740.com.ar/

Si hacen click ahí nos escuchan ¡en vivo y en directo!
¡Avísenle a Mercedes y a todos los que no tengan mail!

Los esperamos en la radio, pero sigan entrando a nuestro blog exclusivo

lunes, 22 de diciembre de 2008

La ley bajo los escombros



Para aquellos que quieran leer el trabajo de investigación La ley bajo los escombros pueden bajarlo en formato PDF en el siguiente link: www.elportenio.com
Hacen click sobre la tapa del libro.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Fotos de No Hacemos Falta











Si hacen click sobre la foto pueden verla en tamaño grande

jueves, 18 de diciembre de 2008

Cambiamos de Radio


Estimados Oyentes:
A partir de Enero estaremos transmitiendo desde Radio Cooperativa Am 740. Todavía no tenemos la fecha exacta, ni el horario del programa, así que más adelante les comunicaremos todos los detalles.
Seguimos con los problema$ vario$ debidos a la crisis así que volvemos a dejar la cuenta del Banco Francés para aquellos que puedan colaborar con el programa:
111-25136/4
Vayan sintonizando Radio Cooperativa en el dial. Nos escuchamos pronto!!!

miércoles, 17 de diciembre de 2008

LA MUERTE DEL CAZADOR



El fuego se elevaba por encima de los algarrobos. Las chozas estaban contagiadas de luz amarilla. y un humo blanco esparcía por el monte el inconfundible olor del palosanto.

Los niños jugaban con disimulo alrededor de la casa ardiente, los hombres hablaban en voz baja y las viejas lloraban. Por primera vez vi la imagen final del indio , sabía que era la forma de terminar con el duelo.

Recordaba cuando la voz de Morocho se imponía en las discusiones de la tarde, era la última que resonaba mientras los demás escuchaban. Morocho Patrocinio, hijo del viejo Patrocinio. Pescador y cazador como su padre, maestro de sus hermanos en el arte de oír bajo el agua el ronquido de un yacaré, el ruido de las pirañas o percibir bajo las turbias correntadas del Pilcomayo el momento exacto en que se debe levantar la red para atrapar un dorado.

No se equivocaba. Morocho era temido por caciques y delegados, respetado y oído, era el mejor cazador. Pero sufría por un animal herido, ayudaba a su viejo.

Por las noches contaba sus aventuras de caza. Contaba de los últimos tigres y de los últimos guerreros.

De los primeros curas y de los gringos. Sabía de batallas y sabía sembrar. Ya tenía más de cincuenta años cuando lo conocí. Juntos aprendimos la tarea de cazar yacarés, porque esta vez debíamos sacarlos vivos, sin dañarlos.

Morocho era el primero en entrar al agua, muy pocos lo seguían: Silvestre y Pedro Isauro, sus hermanos y Aurelio Martínez. Los demás miraban temerosos y en silencio desde la orilla. El yacaré nos unió en un trabajo común y luego en una amistad que terminó antes de lo deseado. Sus manos expertas estaban débiles al costado de su cuerpo, antes musculoso y ágil; ahora una sábana cubriendo la mirada perdida y la expresión de miedo. Estaba en el hospital, desahuciado.

Le llevé “queso gringo” como él decía y casi no lo probó. Luego seguí viaje recordándolo con tristeza. El que estaba en el lecho, humillado ya no era él. A los dos días me llamaron por radio para que lo pase a buscar.

Estaba con sus familiares en el pueblo sentado sobre un catre, vestido con un pantalón gris y camisa floreada. Lo ayudaron a pararse y a caminar, sus piernas abiertas no respondían. Comprendí su desesperación, se sentía indefenso, repentinamente inútil. Subió a la camioneta junto con Aurelio que lo sostuvo durante el viaje a su casa, ochenta kilómetros hacia el norte. Preguntaba de tanto en tanto donde estaba, luego se desvanecía.

Cuando pasamos frente a El Escondido pensé que había muerto. Súbitamente se incorporó, extendió su mano y mientras miraba fijamente el piso de la cabina, tomó la linterna de abajo del asiento e iluminó el sitio donde aún permanecía su mirada, -“ajliotaj” pichones - dijo bajo y firme para no asustarlos, como cuando desde la canoa en la noche, descubría un nido con crías de yacaré.

Sonreí al recordar que horas antes no había podido encontrar la linterna que guardo habitualmente en la guantera y el la tomo directamente. Luego se desvaneció por el resto del viaje. Todo el pueblo lo esperaba junto a su casa. Lo acomodaron afuera, sobre un catre de palo y cuero, junto al fuego.

El viejo Patrocinio me mandó a buscar a Pepe, el curandero.

Pepe vive a media legua, separado de “Quebracho”. Ya era de noche y nos recibió su mujer - Está cazando león para Cantalisio Elba - mientras señalaba con su cabeza la dirección. Llegamos hasta la casa de Elba, más cerca ahora, desde que el bañado inundó su rancho y tuvo que correrse al lado del camino.

Cientos de ojos rojos se abrían hacia ambos lados, huyendo de la luz del vehículo. Los perros ladraban sin cesar mientras las cabras alcanzaban ya a esconderse en el monte. Cantalisio Elba se acercó y nos dijo que Pepe estaba a la orilla del bañado. Pepe conoce como nadie a los leones (así le dicen al puma), y con su perrito negro los mata a pedido de los hacendados del lugar para evitar la pérdida de ganado.

Aurelio bajó a buscarlo। Pepe apareció enseguida con un cuerpo de puma en una mano, estirado por tres varillas y un rifle en la otra सु hijo levantó al perrito y volvimos a “Quebracho”.

Pasamos primero por la casa de Pepe para dejar al perro, el cuero, el rifle y levantar una bolsa en la que guarda sus herramientas de curación Luego fuimos a buscar vino a mi casa. Pepe necesita el vino para acelerar su trance.

Cuando entramos “la mary”, una leona que Morocho solía pasear orgulloso por la casa, se intranquilizó. Corría alrededor de un poste de quebracho mientras maullaba sin perder de vista a Pepe. - Sabe que somos contrarios - dijo sonriendo.

Cargó las botellas de vino y se fue caminando despacio, a empezar su trabajo.

Mary se tranquilizó. Después de cenar fui a acompañar a Morocho.

De lejos se oía cantar a Pepe. Había hecho otro fuego un poco más lejos con grandes troncos. Más de un centenar de hombres, mujeres y niños rodeaban el catre, en silencio.

Perros, gallinas y algún chancho con sus cuchis caminaban entre la gente; algunos hablaban en voz baja.

El viejo Patrocinio, nervioso, sospechaba de alguna ojeada o maleficio.

Más y más aborígenes venían de todas direcciones y distancias para acompañar a Morocho। El cazador se inclinó hacia adelante y comenzó a hablar; todos callaron।Contó primero su niñez de pescador en el Pilcomayo, su aprendizaje।Por momentos parecía un hombre delirando en su lecho de muerte, pero el delirio se organizaba en la narración cronológica de su vida, sus historias de caza, las persecuciones, las heridas, su enfrentamiento con el tigre।Paso a paso su vida transcurría a través de los hechos más importantes, detallados de forma tal que podía aprenderse de ellos como sobrevivir en el monte y en el río।Entre las pirañas que le robaron parte de su talón y el paisano muerto por un oso hormiguero, la maravillosa historia de Morocho derrochaba ternura, valentía y dignidad। Pepe continuaba su monótono canto y se podía oír a ambos sin que uno moleste al otro. Los niños escuchaban atentamente, los más viejos movían sus cabezas asintiendo, reconociendo o demostrando, en algún caso, su participación en la historia. Aveces comentaban y agregaban opiniones a las enseñanzas de Morocho. Toda la noche habló, luego durmió un rato y al mediodía siguió con sus relatos, pero en realidad creo que seguía dormido mientras hablaba.

Bajó el sol y más gente vino desde Pozo de Maza, La Brea, El Algarrobo, El Potrillo. Pepe no podía detener el avance de Morocho hacia la muerte. El tiempo se acababa, la historia era contada inexorablemente. Consumía en eso sus últimas energías.

Con la misma fuerza que vivió, ahora moría. Cuando escuché que me nombraba - Un día llegó el gringo de los yacarés -, y comenzó a relatar detalle de historias que reconocí como propias, sentí orgullo y dolor. Estaba terminando ya su historia y su vida. Lo envolvimos vestido en su manta, y luego en un nylon negro que usaba para cubrir parte del rancho durante las lluvias.

Lo cargamos en la camioneta para llevarlo al camposanto.Cancio Vega, viejo amigo de Morocho, cavó la fosa. Pedro Isauro lloraba como un niño. Aurelio ayudó a Cancio a cavar el pozo, y en el fondo, hacia el costado otro hoyo más pequeño.Los demás buscaban ramas para poner sobre su tumba.

Acomodaron el bulto negro junto al tocadiscos, sus botas, pantalones, camisas, cuchillos y el mate. Todas sus cosas fueron instaladas junto a él y luego con las ramas protegieron “la puerta” del hoyo del costado.

Luego echamos la tierra en el foso y encima de ella cada uno puso ramas।El fuego estaba terminando de consumir la casa del indio।Las chozas recuperaron su color habitual. La noche, sin viento, dejaba oír como los perros cuidaban sus territorios, como los cabritos buscaban a sus madres।El olor del palosanto se hacía cada vez menos intenso desalojado por el aroma habitual del monte।

El bulto era demasiado pequeño. No era posible que estuviese allí, Morocho era más grande.

lunes, 15 de diciembre de 2008

“Ese asunto de la cultura” *


Por Gabriel Levinas

En julio de 1982, un día antes de que se levante la veda política impuesta por la última dictadura militar, el Dr. Raúl Alfonsín, líder del movimiento Renovación y Cambio, anunció en su discurso en la Federación de Box que les iba a enseñar educación democrática a los militares.
Al día siguiente concertamos una entrevista en su oficina de la calle Santiago del Estero y fuimos con Daniel Jurjo, fotógrafo de El Porteño, a pedirle que nos adelante el plan de estudios. Mientras avanzaba la entrevista y Alfonsín respondía con retórica radical aggiornada, sentí que la nota no resultaba tal como lo esperábamos. Salté entonces a otro tema, con la intención de reforzar el material: “Dígame Dr., suponiendo que usted llegue a ser presidente de los argentinos, ¿cuál será su plan cultural?”. Se hizo un largo silencio y con la cara y su dedo índice hizo gestos para que apagara el grabador. Simulé hacerlo y nuestro entonces futuro Presidente me respondió: no sé, no hay… ¿Cuál cree usted que debiera ser?
Aún perplejo por su respuesta, para amenizar apelé al humor y le respondí: “El suyo es el mejor de los planes, mientras los políticos no se metan con la cultura y le manden plata es lo mejor que pueden hacer por ella”.
Ah, ponga eso, ponga eso, contestó el Doctor ya con su cintura política recuperada.
Llegamos a la Revista y decidimos editar sólo la parte dedicada al tema militar.
Un día después sonó el teléfono. Era Pacho O'Donnell: “Qué tal Gabriel, llamo para agradecerte. Ayer me llamó Raúl Alfonsín y me contó que estuvieron haciéndole un reportaje, me dijo: ‘Estuvieron los muchachos de El Porteño, me preguntaron por ese asunto de la cultura y me pusieron en un aprieto, por qué no lo llamás a Luis (Brandoni) y me organizan ese asunto de la cultura”.
Junto con “Pacho y con Luis” se agregaron Luis Gregorich, Santiago Kovadloff, Carlos Gorostiza, más tarde Félix Luna, entre otros, y se armó el proyecto cultural radical. El movimiento de Renovación y Cambio entendió que la cultura era una valiosa herramienta para conseguir adeptos y para ello bastaba con confundir cultura con espectáculo…, ¡y listo el pollo!
Y ya que hablamos de animales, recuerdo que el psicólogo Pacho fue nombrado Secretario de Cultura de la Municipalidad de Buenos Aires; él a su vez nombró a uno de sus pacientes, un veterinario también de apellido Luna, para dirigir el Zoológico. Durante su gestión canjeó, regaló o perdió (todavía no sabe)una cantidad insólita de animales valiosos como, por ejemplo, dos osos pardos cuyos cadáveres aparecieron desollados en una ruta y sus preciadas pieles terminaron de alfombras en alguna casa paqueta, y el único cheeta de Palermo se fue a decorar los jardines de una quinta en Luján. Puesto en marcha el proyecto radical, se observó rápidamente que, en el mejor de los casos, como opinaba Enrique Fogwill, para ellos la cultura era sólo un fragmento más refinado del tiempo libre, y agregaba: ¿para qué detenerse a evaluar los resultados de una política cultural, si cuando se puedan percibir los resultados ya estará trabajando otro gobierno?
Lo paradójico de todo esto es que la gestión del radicalismo en “ese asunto de la cultura” resultó la mejor de estos 25 años de democracia. Todo lo que vino después fue aún peor. La clase política argentina no tiene en claro la importancia de la cultura en el diseño del futuro de un país. demasiado ocupados por la coyuntura, dejan que los filósofos, artistas y poetas se arreglen solos. Pero lo más interesante es que todos ellos, quienes tampoco han demostrado tener conciencia alguna de su rol, no sólo no piensan a largo plazo sino que, insertos en esa misma coyuntura, terminan como bufones del rey que otorgan cheques en blanco a la clase política siempre y cuando les tiren algún hueso.
Vimos recientemente la última entrega de Carta Abierta, firmada por 1500 intelectuales que apoyan la gestión de la señora presidenta sin ejercer, por lo que pude entender, la menor actitud crítica a tantos huecos visibles en la política gubernamental. Claro que la carta estaba escrita en otro idioma pero puedo asegurar que allí no aparece la corrupción, la desintegración de los mecanismos de control al poder, la fuerte intervención del Poder Ejecutivo en la justicia, la pobreza, la desnutrición infantil…
Sólo hablan de asignaturas pendientes, pero precisamente, estos temas no figuran en plan gubernamental alguno para poder entrar en la categoría de “pendientes”.
Pero los hechos culturales, las políticas o la ausencia de ellas provocan inevitablemente algún resultado visible. Basta con mirar la televisión, ver qué pasa en las escuelas, en las universidades o en los museos.
Ya en 1980 Antonio Berni decía: “El pasatismo caduco o las modas temporarias, han creado un panorama de confusión en medio del cual el pensamiento profundo, la calidad, la autenticidad se disgregan haciendo difícil, particularmente para el público poco advertido, descubrir cómodamente lo legítimo en el amontonamiento de superficialidades.
Los juicios presentados con gruesos titulares, de espíritu partidista, orientados por objetivos ideológicos o de influencias personales, se imponen al público por encima de la crítica seria, que por principio, no puede echar manos a esos recursos. En esas discrepancias, la ética dudosa mete su cola endiablada”.
Miguel Briante en La Recoleta , la Bienal de Arte Joven, el plan cultural de los barrios creado por Pacho O'Donnell, el trabajo de León Gieco con Leda Valladares en la recuperación de la cultura nacional en los ‘80, el Paracultural y Cemento, el canal A y el canal Encuentro, La nueva ubicación del museo Eduardo Sivori en el Rosedal mas la recuperación de su patrimonio, más recientemente el espacio de la Fundación OSDE,La creación de Proa en el barrio de la boca y por supuesto el MALBA son tal vez algunos de los pocos hechos culturales de real importancia que hubo en 25 años de democracia. Aunque el MALBA (a modo de ejemplo de algo que se repite en los distintos ámbitos culturales) en un entorno magnífico lleno de obras de gran importancia, adolece de esa visión tuerta del arte argentino. omite por incapacidad o por esnobismo a gran parte de lo mejor que tuvo y tiene nuestra pintura. Nada que no concuerde con las modas del norte es incluido en sus salas, excepto que no les quede más remedio.
Si Berni, exhibido en sus salas, supiese que no comparte las paredes con Gómez Cornet, Policastro o Spilimbergo, o si Víctor Grippo se enterara de que en el museo tampoco cuenta en su colección permanente con un interior de Lacámera, seguramente no estarían felices de permanecer allí.
La reciente muestra de Amigos del arte , con una selección de obras poco representativa no alcanza a para llenar el vacío.
Es toda una concepción superficial de la cultura la que provoca esas ausencias ejemplificadas, que supone que se puede construir el futuro sin valorizar el pasado; cambiar una moda por otra sin rendir cuentas, al ser beneficiarios de la poca memoria de los argentinos. Quien ha tenido oportunidad de escuchar lo ridículo que suena un rock en hebreo, alemán o francés puede entender con mas claridad a que me refiero.
Si le pusiéramos más vidala y más chacarera a nuestras cosas, o más Policastro y Gramajo Gutiérrez, se haría evidente una realidad que los curadores y actores del Show business cultural no quieren mirar.
Aparecería el hambre, la exclusión, la desnutrición, y seguramente la necesidad de replantear y planificar, cosa a la que nadie parece estar muy dispuesto. Prefieren que la pobreza, en todo caso, aparezca sólo en algún cuadro de Juanito Laguna de 300.000 dólares.
Lo único que la cultura argentina puede ostentar con verdadero orgullo gracias a Daniel Filmus es un récord Guiness al plan educativo creado en menos tiempo en toda la historia de las democracias modernas.
Pareciera que algunos han podido, recuperada la democracia, continuar con el único plan eficaz para el área de la cultura llevado a cabo hace ya 32 años con habilidad quirúrgica y a punta de fusil, por el “proceso de reorganización nacional” Hasta hoy no supimos recuperarnos de sus consecuencias y muchos de sus lineamientos y parte de la gente que lo llevó a cabo sigue en funciones. “Ese asunto de la cultura” no fue pensado, discutido o planeado por nadie.


* Artículo publicado en la Revista Ñ, en la edición del sábado 13 de diciembre de 2008.

No hacemos falta en la radio


Estimados Oyentes y Oyentas,

Debido a cau$a$ radiale$ varia$ el programa de Gabriel Levinas no va a hacer falta en el aire.

Esperamos que nos extrañen porque nosotros ya lo estamos haciendo. Tampoco hace falta que lloren porque volveremos a encontrarnos a la brevedad de alguna manera.

Si no es molestia, les solicitamos que avisen de este acontecimiento a todos los oyente$ y oyenta$ que conozcan.

Mientras tanto estamos en http://www.elportenio.com/ y acá nohacemosfalta@gmail.com

¡Felices Fiestas!