viernes, 30 de enero de 2009

Editorial

Existen puestos políticos y puestos institucionales autárquicos del poder político.
La autarquía está basada en la necesidad de independizar la gestión de algunos organismos del Estado del gobierno de turno.
Universidades, entes de control al gobierno, museos, medios de difusión estatales, debieran ser dirigidos por gente elegida mediante un concurso de antecedentes y no cambiarse con cada nueva administración.
Pero en nuestro país son los amigos o los receptores de la devolución de favores políticos los encargados de dirigir estos organismos y lamentablemente en la mayoría de los casos no sólo no tienen los méritos para estar allí sino que naturalmente desconocen el sentido de la autonomía o la autarquía.
La BBC, en el Reino Unido, a modo de ejemplo, tiene mecanismos propios para regirse y uno puede escuchar fuertes críticas al gobierno de turno desde sus columnas. Hace poco hubo un intento durante la invasión a Irak de presionar a la BBC por sus fuertes críticas a la política gubernamental, y la comunidad británica defendió esa libertad fuertemente.
Aquí es impensable que desde el canal oficial o desde Radio Nacional alguno se atreva a criticar al gobierno y salvo algunas excepciones, la programación y los periodistas deben difundir sólo aquellas cosas que estén en sintonía con la política oficial.
Recientemente, en Radio Nacional, hubieron cambios que sorprenden ya que la designación del subdirector no responde a ninguna de las opciones mencionadas, ni ganó por concurso ni comulga (quiero creer) con la ideología del gobierno. En realidad Enrique Vázquez el nuevo subdirector a cargo de la programación de Radio Nacional, pudo haber sido designado por un gobierno militar pero no por un gobierno que intenta juzgar los crímenes cometidos durante la dictadura.
Mientras la presidente de la nación aparece en una foto con Fidel Castro y con Hugo Chávez, Enrique Vázquez decide autoritariamente la programación de la radio más importante de la argentina. Nuestra radio, la que llega hasta el último rincón de nuestro país.
Vázquez, el mismo que el 25 de abril de 1980: después de haber sido echado de Cuba, a su regreso, desde editorial Atlántida narrando el hecho decía: “Pero estoy seguro de que si de algo me sirvió la experiencia, es para reconocer cuándo, cómo y dónde puedo ser libre. Y disfrutar la libertad”.
En plena dictadura mientras miles se ahogaban en las torturas, eran arrojados al mar o fusilados, mientras toda la sociedad estaba amenazada o maniatada, Enrique Vázquez respiraba libertad, ¿cómo hacía?
Seguramente gozaba de la misma libertad que gozaban su amigo Nicolás Kasansew o Gómez Fuentes.
Tal vez, yendo un poco más atrás, podamos encontrar la explicación. Ya en 1978,
Vázquez, como secretario de redacción de la revista Somos -que por aquel entonces era el órgano oficial del Ejército Argentino- mostraba en la tapa, bajo el título “Un país que cambió”, al dictador Videla gritando eufórico los triunfos del mundial de fútbol.
Quiero aclarar que pienso que una cosa es trabajar en un medio con el que no necesariamente uno comulga ideológicamente y otra muy distinta es ser parte de los que marcan la línea del mismo, eso no se hace por obligación sino por convicción. Obviamente Enrique no estaba escribiendo notas para ganarse un sueldo, como Secretario de Redacción formaba parte del diseño político de la revista emblemática de la dictadura.
También fue colaborador, en todos los sentidos de la palabra, de la revista del asesino Massera, Cambio, que como todos sabíamos se editaba utilizando a algunos de los detenidos en la Escuela de Mecánica de la Armada a quienes se les pagaba con un sencillo canje: o colaboraban o los mataban.
Vázquez, en cambio, cobraba por cada nota en efectivo ya que como él mismo decía por aquel entonces respiraba aires de libertad.
En septiembre de1982 desde la revista Humor defendió al general Flouret, quien fue uno de los que encabezaron la represión en la provincia de Tucumán y lo llamó uno de los pocos militares democráticos con que contaba el Ejército Argentino. Realmente no sé cómo hacía Vázquez para distinguir entre unos y otros.
Tiempo después, desde la revista Humor pareció revindicarse al publicar notas acusando a distintos militares y represores, pero si uno observa con atención notará que la información del periodista era mucho más detallada y precisa de lo que cualquier organismo de derechos humanos poseía en aquel entonces, era obviamente información interna. Algunos militares fueron acusados y otros, entre quienes seguramente estaban los que suministraban la información, salieron silbando bajito por la puerta de atrás.
Una vez devenido en radical alfonsinista, apenas comenzada la democracia desde la editorial Perfil, atacó a quienes hacíamos la revista El Porteño de ultra izquierdistas, marginales y desquiciados. Por aquel entonces, la incertidumbre, (antes de los sucesos de semana santa) era enorme y se temía otro golpe militar, sin embargo Vázquez, con un lenguaje propio del discurso de la dictadura nos mandó en cana.
¿Qué hubiese pasado con nosotros -ultra izquierdistas según Vázquez- con otro golpe? Vázquez simplemente, porque disentíamos con la política cultural radical, nos botoneó.
Decíamos en ese momento desde El Porteño en el editorial: “No es posible radiar de la política argentina a los militares, usando su mismo discurso. Es más, es difícil no estar a su servicio empleando su mismo lenguaje”.*
Lo primero que hizo el nuevo subdirector en funciones de nuestra Radio Nacional fue levantar toda la programación y en marzo dará a conocer la nueva, él solito.
Y para afianzar su sentido de la ética y la imparcialidad de sus decisiones se puso a sí mismo en el mejor horario de la mañana en esa radio a conducir un programa.
Su manera de actuar no parece haber cambiado mucho.
No conozco las razones por las que el gobierno cubano le negó la entrada a Enrique Vázquez, supongo que jamás lo sabremos, pero están disponibles los comentarios que el periodista realizó después del suceso y que marcan un fuerte tono ideológico en comunidad con el pensamiento militar de la época.
De todos modos, quien puso a Vázquez a dirigir hoy Radio Nacional debiera preguntarse ¿quienes eran los únicos que podían disfrutar de la libertad durante la dictadura?


Gabriel Levinas


En www.elportenio.com se podrán encontrar parte de las notas mencionadas


http://www.elportenio.com/1984.html editorial de 1984
cualquier dato adicional de lo que se menciona puede ser solicitado por mail


*leída el 30 de enero de 2009 en Radio Cooperativa.

martes, 20 de enero de 2009

Editorial

Hacer un programa de radio, hoy día, no es una tarea sencilla y la dificultad no esta dada por los problemas propios que un programa radial nos impone, sino porque además, con los tiempos que corren y las cosas que pasan, no es sencillo decir lo que uno piensa con la libertad y la claridad necesarias
Digo que no es sencillo en primer lugar porque lo más difícil es encontrar la posición correcta.
Segundo porque expresarla es un desafío tan grande como encontrarla, porque los prejuicios o las consecuencias de expresarlas tienen inmediata repercusión en la subsistencia del programa.
No va a escuchar de mi boca fácilmente que los yankees y los israelíes son los malos, que Chávez y Castro son los buenos, que los árabes son los oprimidos y que Kirchner es nuestra esperanza.
Nada de eso es cierto, ni falso, no es blanco y negro, y si espera eso de este programa mejor vaya cambiando de dial.
Queremos entender y para entender todo está bajo la lupa, nada lo damos por cierto anticipadamente y no apelaremos a los lugares comunes de la realidad mediática progresista.
Lo más fácil seguramente es usar esa suerte de demagogia intelectual que garantiza una audiencia proclive a considerar a cada unos de los gobiernos que tuvimos a lo largo de estos 25 años de democracia como el mal menor y posible. Y vimos entonces a los mismos actores, poetas, periodistas, escritores, músicos e intelectuales apoyando a cada uno de ellos más o menos con algunos pocos matices de intensidad o cercanía.
Y al correr el tiempo, sistemáticamente se abrían para pasar al final a la crítica acérrima sosteniendo que se traicionaron los predicados iniciales.
La verdad es que el deseo de tener un buen gobierno de una buena vez es enorme, cada vez mayor, y mayor por lo tanto la desilusión.
Pero lo más interesante del caso es que gracias a ese apoyo, la impunidad desde el poder fue cada vez mayor.
Vimos como se desvanecían las esperanzas de los crédulos y como engordaban los bolsillos de algunos, los únicos que no se equivocaron en apoyar los distintos gobiernos, es decir aquellos que verdaderamente sacaron partido de su apoyo.
Nadie acepta que es un oportunista, o que está en un puesto público por ser amigo de, o a cambio de alguna otra cosa, entonces para justificarse debe, no sólo ante los demás sino ante sí mismo, inventarse alguna clase de argumento. Y los argumentos son cada vez más arrevesados, más alejados de la realidad.
No creo tener la verdad ni estar inmune a los errores propios del pensamiento subjetivo de cualquiera y es por eso que mi interés más grande como conductor de este programa que hoy comienza una nueva etapa en esta casa, tenga para empezar la más amplia gama de opiniones diversas, en todos los temas que nos toque desarrollar a lo largo de los meses.
No siempre y en cada caso será posible hacerlo en cada nota o reportaje, pero es seguro, y esto seguramente lo sabe quien nos escuchó durante los cuatro años pasados por Radio Argentina y también lo saben aquellos más viejos que leían la revista El porteño, que me tocó dirigir desde su inicio. Pienso que la libertad es el único ámbito donde las ideas se generan y la creatividad funciona, y no concibo un medio de difusión o un programa sin ejercerla y ni siquiera siento que deba permitirla, está desde el principio y renunciaría en el mismo momento donde tenga la mas mínima intención de coartarla. Quienes trabajaron conmigo pueden seguramente avalarlo.
Este programa por lo tanto no sólo se hará desde nuestro equipo de producción y con nuestros columnistas sino, como ya es costumbre, con la ayuda y el ojo vigilante de nuestros oyentes, con los que fuimos conociendo durante los cuatro años anteriores y con los que seguramente se sumarán a partir de esta nueva etapa.
Desde ya quiero agradecer a todos los que hicieron desde el principio a No hacemos falta como Soledad Vallejos, Cristian Boyanovsky, Milva Benítez, María Noel Jolivet, Eduardo Anguita, Miriam Lewin, Herman Shiller, Tom Lupo, Pedro brieger, Laura Caligaris, María Belén Rosales, Sonia Kovalivker, Bettina Villar, Pilar Lonzieme y también a la fidelidad de nuestros oyentes.


Gabriel Levinas

jueves, 8 de enero de 2009

“Plomo fundido” sobre la conciencia judía*

Por León Rozitchner
“Si nosotros nos revelamos incapaces de alcanzar una cohabitación y acuerdos con los árabes, entonces no habremos aprendido estrictamente nada durante nuestros dos mil años de sufrimientos y mereceremos todo lo que llegue a sucedernos.”Albert Einstein, carta a Weismann, 1929.

¿Recuerdan cuando hace dos mil años los judíos palestinos, nuestros antepasados en Massada sitiada, enfrentaron las legiones del Imperio romano y se suicidaron en masa para no rendirse? ¿Recuerdan la rebelión popular y nacional de nuestros macabeos contra la invasión romana, cuando murieron decenas de miles de judíos y se acabó la resistencia judía en Palestina y nos dispersamos otra vez por el mundo? ¿No piensan que esa misma dignidad extrema que nuestros antepasados tuvieron, de la que quizá ya no seamos dignos, es la que lleva a la resistencia de los palestinos que ocupan en el presente el lugar que antes, hace casi dos mil años, ocupamos nosotros como judíos? ¿No se inscribe en cambio esta masacre cometida por el Estado de Israel en la estela de la “solución final” occidental y cristiana de la cuestión judía? ¿Han perdido la memoria los judíos israelíes? No: sucede que se han convertido en neoliberales y se han cristianizado como sus perseguidores europeos, que, luego de exterminarlos, empujaron a los que quedaron vivos para que se fueran a vivir a Palestina con el terror del exterminio a cuestas.

El meollo de la actual tragedia está en la Shoá. Si la memoria de su pasado define el sentido histórico que marcó el “destino” del pueblo judío, donde se van hilando las cuentas de nuestro derrotero, y si el acto final en el que culmina ese destino convoca a los judíos israelíes a aniquilar la resistencia de otros pueblos inocentes, algo del sentido histórico ha desaparecido de la memoria de los israelíes. ¿Puede ser invocada la Shoá sin ser infieles a los desaparecidos, cuando al mismo tiempo el sentido completo de ese acontecimiento monstruoso ha quedado oscurecido? ¿Cómo podríamos “hacer memoria” si la construimos con los únicos recuerdos de nuestro pasado que los culpables europeos del genocidio nos autorizan? Es cierto: si los israelíes recuerdan todo, pierden a sus aliados. Porque la memoria de la Shoá que llevó al retorno a una tierra perdida hace mucho tiempo tendría que volver a ser pensada.

Lo primero a recordar: nuestros perseguidores históricos no fueron ni son los palestinos. Nuestros perseguidores estaban y siguen estando en las naciones de cultura europea que nos expulsaron y masacraron, y sin embargo son ellos los que siguen marcando el destino de todos nosotros, sobre todo de los judíos israelíes. ¿Será por eso que se busca olvidar a los verdaderos culpables de la Shoá? Los israelíes ya no se preguntan por el pasado bimilenario judío. Nunca los judíos, salvo excepciones, acusan del exterminio judío a la religión cristiana y a la economía capitalista que produjeron necesariamente la Shoá, como la conclusión de un silogismo que se venía desarrollando en Europa cristiana desde su mismo origen, como si el nazismo hubiera sido sólo un accidente sin antecedente en la historia europea y todo comenzara con Hitler. ¿No será que luego de la Shoá ustedes, los descendientes de los judíos europeos asimilados, se aliaron luego con los exterminadores en un pacto oscuro que el terror dictaba, y volvieron ahora todos, de cierta manera, a ser judeo–cristianos? Porque seamos honestos: el Tercer Reich se ha prolongado en el 4º Reich del Imperio norteamericano. Es claro: prefieren no saberlo porque el Estado de Israel está –nosotros los judíos latinoamericanos sí lo sabemos– al servicio del poder cristiano–imperial de los EE.UU. ¿O van a creerse que los EE.UU. y Europa combatieron al nazismo para salvar a los judíos? ¿Por qué ahora habrían de seguir persiguiéndolos si mantienen lo que tienen de judíos congelado sólo en lo arcaico religioso? Pero ¿no les dice nada pasar a ocupar ahora el lugar impiadoso, como brazo armado de los poderosos capitalistas cristianos, contra una población civil asediada y asesinada por osar defenderse contra la expropiación ilimitada de un territorio que debía ser compartido?

Recordemos. Karl Schmitt, filósofo católico del nazismo, había puesto de relieve lo que la hipocresía democrática ocultaba: la categorías políticas son todas ellas categorías teológicas. Es decir: la política occidental (democrática y capitalista) tiene su fundamento en la teología cristiana. Es notable: Schmitt coincide con lo que Marx joven decía en Sobre la cuestión judía: el fundamento cristiano del Estado germano se prolonga como premisa también en el Estado democrático.

Y si la política occidental al desnudarse muestra su fundamento teológico oculto, sin el cual no hubiera habido capitalismo, entonces toda política de Estado capitalista era antijudía, porque ése era el escollo que el cristianismo había encontrado para consolidarse como religión universal. No contra los judíos cristianizados que, como ustedes en Israel, apoyan esa política, es cierto. Ustedes tienen de cristianos, sin saberlo, lo que ocultan en su propia memoria al ocultar que la Shoá como “solución final” fue un exterminio teológico (cristiano) político europeo. Schmitt la tenía clara. Lo que el sutil filósofo alemán católico necesitaba activar, en momentos de peligro extremo para el cristianismo y el capitalismo frente a la amenaza de la Revolución Rusa y las rebeliones socialistas, era el fundamento cristiano escondido en la política: el odio visceral y alucinado religioso antijudío para que en Europa reverdeciera con toda intensidad el fundamento grabado durante siglos en el imaginario popular cristiano. Y con ese vigor arcaico reverdecido pudieran enfrentar la amenaza revolucionaria del judeo–marxismo.

Por eso, frente a la apariencia liberal de la política democrática como una relación “amigo-amigo”, el fundamento de la política nazi extremaba las categorías de “amigo–enemigo” que Schmitt vuelve a poner de relieve en el “estado de excepción” como la verdad oculta de la democracia: el único enemigo histórico cuando entra en crisis el fundamento social europeo son nuevamente los judíos. En 1933, frente a la amenaza del socialismo tildado quizá con cierta razón de judío, resurgía para muchos europeos todo su pasado y encontraban en los judíos el fundamento más profundo de lo más temido para su concepción cristiana: las premisas judías de un materialismo consagrado, no meramente físico cartesiano como la economía capitalista requería. Por eso Schmitt vuelve a desnudar las categorías fundantes adormecidas que la teología católica mantenía vivas: volvía al fundamento religioso de la política cristiana del Estado democrático para enfrentar el peligro del “comunismo ateo y judío”.

Sucede que en ese momento los judíos laicos formaban parte de la creatividad moderna que en Europa alimentó el pensamiento político y científico: eran rebeldes todavía, no como tantos de ahora, y por eso Marx de joven pensaba que los judíos, una vez superada su etapa religiosa y se hicieran laicos prolongando la esencia judía más allá de lo religioso, podrían pasar a formar parte activa de la liberación humana.

Y cuando al fin los europeos creían haber logrado en el siglo XIX la universalización del cristiano–capitalismo que se expandía colonizando a sangre y fuego el mundo, aparece otra vez el materialismo judaico como premisa del socialismo, que no es físicamente metafísico sino que parte de la Naturaleza como fundamento de la vida del espíritu humano. Tiemblan entonces en Europa los fundamentos cristianos de la política y de la economía: un nuevo fantasma la recorre y se manifiesta en una teoría judía revolucionaria. De lo cual resulta que en momentos de crisis Hitler sólo representó, en términos estrictamente religiosos, culturales y políticos, el temor de toda la cultura occidental ante los comunistas y los judíos como los máximos enemigos de ambos, ahora renovados: del capitalismo y del cristianismo. El racismo de los nazis –esa “teozoología política”– no es más que el espiritualismo cristiano secularizado que el Estado nazi consagró laicamente en las pulsiones de los cuerpos arios.

Una vez aniquilados los millones de judíos –como luego fueron arrasando y aniquilando con la misma consigna a millones de soviéticos “judeo-comunistas”– el impacto aterrorizante de la “solución final” hizo que los judíos casi nunca, salvo muy pocos, se atrevieran a señalar a los verdaderos culpables del genocidio (como pasó entre nosotros con los genocidas). Con la derrota de los nazis como únicos culpables –según cuenta la historia de los vencedores– desapareció en Europa la historia de los pogromos y las persecuciones cristianas medievales y modernas que nos aterraron durante siglos: la de los franceses tanto como la de los italianos, los españoles, los polacos y los rusos mismos. Sólo los nazis alemanes fueron antijudíos.

Los judíos cristianizados por el terror del cristiano-capitalismo en Europa luego de la Shoá buscaron su “hogar” fuera de Europa: se instalaron en Palestina, como si el reloj de la historia, ahora teológica, se hubiera detenido hacía dos mil años. No se dieron cuenta de que la mayoría de los judíos que volvían a Israel no eran como nuestros antepasados que se habían ido: los descendientes de los defensores de Massada o de los macabeos. Buber, Gershon Scholem y tantos otros sí lo recordaban. Nadie quería que nos volviera a pasar otra vez lo mismo, es cierto; pero en vez de enfrentar y denunciar a los verdaderos culpables del genocidio –que ahora nos apoyaban para que nos fuéramos para siempre de Europa y termináramos nosotros mismos la etapa final democrática de la “solución final” judía que ellos comenzaron– los israelíes terminaron sometiendo a los palestinos como los romanos, los europeos y los nazis lo hicieron antes con nosotros. Pero primero tuvieron que vencer la resistencia de nuestros pioneros socialistas.

Los israelíes, apoyados ahora por el Imperio cristiano–capitalista que los había perseguido, crearon también en Israel un Estado teológico, pero la “parte” secularizada dentro de ese Estado judío siguió siendo la del Estado cristiano. Volvieron como judíos para culminar en Israel la cristianización comenzada en Europa: mitad judíos eternos en lo religioso, mitad cristianos secularizados en lo político y en lo económico. Por eso ahora en Israel el Estado mantiene la economía neoliberal capitalista y cristiana sostenida por los religiosos judíos sedentarios, detenidos en el tiempo arcaico de su rumiar imaginario. Y por el otro lado los iraelíes son neoliberales en la política y en la economía y en la ciencia “neutral”, cuyas premisas iluministas son cristianas. Mitad judíos en el sentimiento, mitad cristianos en el pensamiento.

Y por eso quieren que todos, también aquí y ahora, seamos como ellos: judeo-cristianos como el rabino Bermann, avalado por el cardenal Bergoglio, o judíos–laicos como Aguinis, neoliberal letrado avalado por el obispo Laguna. O como los directivos de la AMIA, que tienen la potestad de determinar si soy o no judío. Si soy judío “progresista” y no me secularicé como cristiano, entonces no soy judío, no podré aspirar a ser enterrado en un cementerio comunitario porque me faltaría la parte cristiana de mi ser judío. Pero judíos–judíos, esos que prolongan en lo que hacen o piensan los valores culturales judíos, quedan al parecer muy pocos, aunque sean muchos los que leen hebreo o reciten kaddish en la tumba de sus padres. Todos están aureolados con la coronita del cristiano-capitalismo que al fin los ha vencido por el terror cristiano luego de dos mil años de resistencia empecinada: convertidos ahora al “judeo-cristianismo”.

Por eso la creación del Hogar Judío en Palestina tiene un doble sentido: la “solución final” europea tuvo éxito, logró su objetivo, el cristianismo europeo se desembarazó de los judíos y muchos de los que se salvaron se fueron de Europa casi agradecidos, sin querer recordar por qué se iban y quiénes los habían exterminado. La Europa cristiana y democrática se había sacado el milenario peso judío de encima. Pero mis padres, que llegaron a las colonias judías de Entre Ríos, sí lo sabían.

Todos los judíos estamos pagando esta inmerecida transacción, ese “olvido” del Estado de Israel, al que seguramente se habrían negado los defensores del Ghetto de Varsovia, que murieron, ellos sí, sabiendo quiénes eran los responsables políticos, económicos y religiosos –estaban a la vista–- como los millones de judíos europeos que murieron en los campos de exterminio. Los judíos que vinieron luego, esos que estamos viendo, no quisieron ni pensar a fondo en los culpables: se unieron a los poderosos y saludaron alborozados que el socialismo stalinista antisemita se derrumbara arrastrando al olvido al mismo tiempo, como si fuera lo mismo, la memoria de los pioneros judíos revolucionarios asesinados por Stalin. Por eso sus sueños mesiánicos dependen ahora únicamente de los cristianos y del capitalismo para poder realizarse. Sólo tenían que hacer una cosa: permutar al enemigo verdadero por un enemigo falso.

Estamos pagando muy cara esta conversión judía. Los israelíes, ya vencidos en lo más entrañable que tenían de judíos históricos, se han transformado en la punta de lanza del capitalismo cristiano que los armó hasta los dientes para enfrentar el mayor y nuevo peligro que tiene el cristianismo: los mil millones de musulmanes que pueblan el mundo. Pero ni los musulmanes ni los palestinos fueron los culpables de la Shoá: los culpables del genocidio son ahora sus amigos, que los mandan al frente.

Y aquí cierra la ecuación política amigo-enemigo de Karl Schmitt. Antes, hasta la Segunda Guerra Mundial, el fundamento teológico de la política era “amigo/cristiano–enemigo/judío”. Ahora que los judíos vencidos se cristianizaron como Estado teológico neoliberal la ecuación es otra: “amigo/judeocristiano–enemigo/musulmán”. ¿Este es el lamentable destino que Jehová nos reservaba a los judíos? Porque de lo que hacen ustedes en Israel depende también el destino de todos nosotros.

*Artículo publuicado en www.pagina12.com.ar