Por Gabriel Levinas
En julio de 1982, un día antes de que se levante la veda política impuesta por la última dictadura militar, el Dr. Raúl Alfonsín, líder del movimiento Renovación y Cambio, anunció en su discurso en la Federación de Box que les iba a enseñar educación democrática a los militares.
Al día siguiente concertamos una entrevista en su oficina de la calle Santiago del Estero y fuimos con Daniel Jurjo, fotógrafo de El Porteño, a pedirle que nos adelante el plan de estudios. Mientras avanzaba la entrevista y Alfonsín respondía con retórica radical aggiornada, sentí que la nota no resultaba tal como lo esperábamos. Salté entonces a otro tema, con la intención de reforzar el material: “Dígame Dr., suponiendo que usted llegue a ser presidente de los argentinos, ¿cuál será su plan cultural?”. Se hizo un largo silencio y con la cara y su dedo índice hizo gestos para que apagara el grabador. Simulé hacerlo y nuestro entonces futuro Presidente me respondió: no sé, no hay… ¿Cuál cree usted que debiera ser?
Aún perplejo por su respuesta, para amenizar apelé al humor y le respondí: “El suyo es el mejor de los planes, mientras los políticos no se metan con la cultura y le manden plata es lo mejor que pueden hacer por ella”.
Ah, ponga eso, ponga eso, contestó el Doctor ya con su cintura política recuperada.
Llegamos a la Revista y decidimos editar sólo la parte dedicada al tema militar.
Un día después sonó el teléfono. Era Pacho O'Donnell: “Qué tal Gabriel, llamo para agradecerte. Ayer me llamó Raúl Alfonsín y me contó que estuvieron haciéndole un reportaje, me dijo: ‘Estuvieron los muchachos de El Porteño, me preguntaron por ese asunto de la cultura y me pusieron en un aprieto, por qué no lo llamás a Luis (Brandoni) y me organizan ese asunto de la cultura”.
Junto con “Pacho y con Luis” se agregaron Luis Gregorich, Santiago Kovadloff, Carlos Gorostiza, más tarde Félix Luna, entre otros, y se armó el proyecto cultural radical. El movimiento de Renovación y Cambio entendió que la cultura era una valiosa herramienta para conseguir adeptos y para ello bastaba con confundir cultura con espectáculo…, ¡y listo el pollo!
Y ya que hablamos de animales, recuerdo que el psicólogo Pacho fue nombrado Secretario de Cultura de la Municipalidad de Buenos Aires; él a su vez nombró a uno de sus pacientes, un veterinario también de apellido Luna, para dirigir el Zoológico. Durante su gestión canjeó, regaló o perdió (todavía no sabe)una cantidad insólita de animales valiosos como, por ejemplo, dos osos pardos cuyos cadáveres aparecieron desollados en una ruta y sus preciadas pieles terminaron de alfombras en alguna casa paqueta, y el único cheeta de Palermo se fue a decorar los jardines de una quinta en Luján. Puesto en marcha el proyecto radical, se observó rápidamente que, en el mejor de los casos, como opinaba Enrique Fogwill, para ellos la cultura era sólo un fragmento más refinado del tiempo libre, y agregaba: ¿para qué detenerse a evaluar los resultados de una política cultural, si cuando se puedan percibir los resultados ya estará trabajando otro gobierno?
Lo paradójico de todo esto es que la gestión del radicalismo en “ese asunto de la cultura” resultó la mejor de estos 25 años de democracia. Todo lo que vino después fue aún peor. La clase política argentina no tiene en claro la importancia de la cultura en el diseño del futuro de un país. demasiado ocupados por la coyuntura, dejan que los filósofos, artistas y poetas se arreglen solos. Pero lo más interesante es que todos ellos, quienes tampoco han demostrado tener conciencia alguna de su rol, no sólo no piensan a largo plazo sino que, insertos en esa misma coyuntura, terminan como bufones del rey que otorgan cheques en blanco a la clase política siempre y cuando les tiren algún hueso.
Vimos recientemente la última entrega de Carta Abierta, firmada por 1500 intelectuales que apoyan la gestión de la señora presidenta sin ejercer, por lo que pude entender, la menor actitud crítica a tantos huecos visibles en la política gubernamental. Claro que la carta estaba escrita en otro idioma pero puedo asegurar que allí no aparece la corrupción, la desintegración de los mecanismos de control al poder, la fuerte intervención del Poder Ejecutivo en la justicia, la pobreza, la desnutrición infantil…
Sólo hablan de asignaturas pendientes, pero precisamente, estos temas no figuran en plan gubernamental alguno para poder entrar en la categoría de “pendientes”.
Pero los hechos culturales, las políticas o la ausencia de ellas provocan inevitablemente algún resultado visible. Basta con mirar la televisión, ver qué pasa en las escuelas, en las universidades o en los museos.
Ya en 1980 Antonio Berni decía: “El pasatismo caduco o las modas temporarias, han creado un panorama de confusión en medio del cual el pensamiento profundo, la calidad, la autenticidad se disgregan haciendo difícil, particularmente para el público poco advertido, descubrir cómodamente lo legítimo en el amontonamiento de superficialidades.
Los juicios presentados con gruesos titulares, de espíritu partidista, orientados por objetivos ideológicos o de influencias personales, se imponen al público por encima de la crítica seria, que por principio, no puede echar manos a esos recursos. En esas discrepancias, la ética dudosa mete su cola endiablada”.
Miguel Briante en La Recoleta , la Bienal de Arte Joven, el plan cultural de los barrios creado por Pacho O'Donnell, el trabajo de León Gieco con Leda Valladares en la recuperación de la cultura nacional en los ‘80, el Paracultural y Cemento, el canal A y el canal Encuentro, La nueva ubicación del museo Eduardo Sivori en el Rosedal mas la recuperación de su patrimonio, más recientemente el espacio de la Fundación OSDE,La creación de Proa en el barrio de la boca y por supuesto el MALBA son tal vez algunos de los pocos hechos culturales de real importancia que hubo en 25 años de democracia. Aunque el MALBA (a modo de ejemplo de algo que se repite en los distintos ámbitos culturales) en un entorno magnífico lleno de obras de gran importancia, adolece de esa visión tuerta del arte argentino. omite por incapacidad o por esnobismo a gran parte de lo mejor que tuvo y tiene nuestra pintura. Nada que no concuerde con las modas del norte es incluido en sus salas, excepto que no les quede más remedio.
Si Berni, exhibido en sus salas, supiese que no comparte las paredes con Gómez Cornet, Policastro o Spilimbergo, o si Víctor Grippo se enterara de que en el museo tampoco cuenta en su colección permanente con un interior de Lacámera, seguramente no estarían felices de permanecer allí.
La reciente muestra de Amigos del arte , con una selección de obras poco representativa no alcanza a para llenar el vacío.
Es toda una concepción superficial de la cultura la que provoca esas ausencias ejemplificadas, que supone que se puede construir el futuro sin valorizar el pasado; cambiar una moda por otra sin rendir cuentas, al ser beneficiarios de la poca memoria de los argentinos. Quien ha tenido oportunidad de escuchar lo ridículo que suena un rock en hebreo, alemán o francés puede entender con mas claridad a que me refiero.
Si le pusiéramos más vidala y más chacarera a nuestras cosas, o más Policastro y Gramajo Gutiérrez, se haría evidente una realidad que los curadores y actores del Show business cultural no quieren mirar.
Aparecería el hambre, la exclusión, la desnutrición, y seguramente la necesidad de replantear y planificar, cosa a la que nadie parece estar muy dispuesto. Prefieren que la pobreza, en todo caso, aparezca sólo en algún cuadro de Juanito Laguna de 300.000 dólares.
Lo único que la cultura argentina puede ostentar con verdadero orgullo gracias a Daniel Filmus es un récord Guiness al plan educativo creado en menos tiempo en toda la historia de las democracias modernas.
Pareciera que algunos han podido, recuperada la democracia, continuar con el único plan eficaz para el área de la cultura llevado a cabo hace ya 32 años con habilidad quirúrgica y a punta de fusil, por el “proceso de reorganización nacional” Hasta hoy no supimos recuperarnos de sus consecuencias y muchos de sus lineamientos y parte de la gente que lo llevó a cabo sigue en funciones. “Ese asunto de la cultura” no fue pensado, discutido o planeado por nadie.
* Artículo publicado en la Revista Ñ, en la edición del sábado 13 de diciembre de 2008.
En julio de 1982, un día antes de que se levante la veda política impuesta por la última dictadura militar, el Dr. Raúl Alfonsín, líder del movimiento Renovación y Cambio, anunció en su discurso en la Federación de Box que les iba a enseñar educación democrática a los militares.
Al día siguiente concertamos una entrevista en su oficina de la calle Santiago del Estero y fuimos con Daniel Jurjo, fotógrafo de El Porteño, a pedirle que nos adelante el plan de estudios. Mientras avanzaba la entrevista y Alfonsín respondía con retórica radical aggiornada, sentí que la nota no resultaba tal como lo esperábamos. Salté entonces a otro tema, con la intención de reforzar el material: “Dígame Dr., suponiendo que usted llegue a ser presidente de los argentinos, ¿cuál será su plan cultural?”. Se hizo un largo silencio y con la cara y su dedo índice hizo gestos para que apagara el grabador. Simulé hacerlo y nuestro entonces futuro Presidente me respondió: no sé, no hay… ¿Cuál cree usted que debiera ser?
Aún perplejo por su respuesta, para amenizar apelé al humor y le respondí: “El suyo es el mejor de los planes, mientras los políticos no se metan con la cultura y le manden plata es lo mejor que pueden hacer por ella”.
Ah, ponga eso, ponga eso, contestó el Doctor ya con su cintura política recuperada.
Llegamos a la Revista y decidimos editar sólo la parte dedicada al tema militar.
Un día después sonó el teléfono. Era Pacho O'Donnell: “Qué tal Gabriel, llamo para agradecerte. Ayer me llamó Raúl Alfonsín y me contó que estuvieron haciéndole un reportaje, me dijo: ‘Estuvieron los muchachos de El Porteño, me preguntaron por ese asunto de la cultura y me pusieron en un aprieto, por qué no lo llamás a Luis (Brandoni) y me organizan ese asunto de la cultura”.
Junto con “Pacho y con Luis” se agregaron Luis Gregorich, Santiago Kovadloff, Carlos Gorostiza, más tarde Félix Luna, entre otros, y se armó el proyecto cultural radical. El movimiento de Renovación y Cambio entendió que la cultura era una valiosa herramienta para conseguir adeptos y para ello bastaba con confundir cultura con espectáculo…, ¡y listo el pollo!
Y ya que hablamos de animales, recuerdo que el psicólogo Pacho fue nombrado Secretario de Cultura de la Municipalidad de Buenos Aires; él a su vez nombró a uno de sus pacientes, un veterinario también de apellido Luna, para dirigir el Zoológico. Durante su gestión canjeó, regaló o perdió (todavía no sabe)una cantidad insólita de animales valiosos como, por ejemplo, dos osos pardos cuyos cadáveres aparecieron desollados en una ruta y sus preciadas pieles terminaron de alfombras en alguna casa paqueta, y el único cheeta de Palermo se fue a decorar los jardines de una quinta en Luján. Puesto en marcha el proyecto radical, se observó rápidamente que, en el mejor de los casos, como opinaba Enrique Fogwill, para ellos la cultura era sólo un fragmento más refinado del tiempo libre, y agregaba: ¿para qué detenerse a evaluar los resultados de una política cultural, si cuando se puedan percibir los resultados ya estará trabajando otro gobierno?
Lo paradójico de todo esto es que la gestión del radicalismo en “ese asunto de la cultura” resultó la mejor de estos 25 años de democracia. Todo lo que vino después fue aún peor. La clase política argentina no tiene en claro la importancia de la cultura en el diseño del futuro de un país. demasiado ocupados por la coyuntura, dejan que los filósofos, artistas y poetas se arreglen solos. Pero lo más interesante es que todos ellos, quienes tampoco han demostrado tener conciencia alguna de su rol, no sólo no piensan a largo plazo sino que, insertos en esa misma coyuntura, terminan como bufones del rey que otorgan cheques en blanco a la clase política siempre y cuando les tiren algún hueso.
Vimos recientemente la última entrega de Carta Abierta, firmada por 1500 intelectuales que apoyan la gestión de la señora presidenta sin ejercer, por lo que pude entender, la menor actitud crítica a tantos huecos visibles en la política gubernamental. Claro que la carta estaba escrita en otro idioma pero puedo asegurar que allí no aparece la corrupción, la desintegración de los mecanismos de control al poder, la fuerte intervención del Poder Ejecutivo en la justicia, la pobreza, la desnutrición infantil…
Sólo hablan de asignaturas pendientes, pero precisamente, estos temas no figuran en plan gubernamental alguno para poder entrar en la categoría de “pendientes”.
Pero los hechos culturales, las políticas o la ausencia de ellas provocan inevitablemente algún resultado visible. Basta con mirar la televisión, ver qué pasa en las escuelas, en las universidades o en los museos.
Ya en 1980 Antonio Berni decía: “El pasatismo caduco o las modas temporarias, han creado un panorama de confusión en medio del cual el pensamiento profundo, la calidad, la autenticidad se disgregan haciendo difícil, particularmente para el público poco advertido, descubrir cómodamente lo legítimo en el amontonamiento de superficialidades.
Los juicios presentados con gruesos titulares, de espíritu partidista, orientados por objetivos ideológicos o de influencias personales, se imponen al público por encima de la crítica seria, que por principio, no puede echar manos a esos recursos. En esas discrepancias, la ética dudosa mete su cola endiablada”.
Miguel Briante en La Recoleta , la Bienal de Arte Joven, el plan cultural de los barrios creado por Pacho O'Donnell, el trabajo de León Gieco con Leda Valladares en la recuperación de la cultura nacional en los ‘80, el Paracultural y Cemento, el canal A y el canal Encuentro, La nueva ubicación del museo Eduardo Sivori en el Rosedal mas la recuperación de su patrimonio, más recientemente el espacio de la Fundación OSDE,La creación de Proa en el barrio de la boca y por supuesto el MALBA son tal vez algunos de los pocos hechos culturales de real importancia que hubo en 25 años de democracia. Aunque el MALBA (a modo de ejemplo de algo que se repite en los distintos ámbitos culturales) en un entorno magnífico lleno de obras de gran importancia, adolece de esa visión tuerta del arte argentino. omite por incapacidad o por esnobismo a gran parte de lo mejor que tuvo y tiene nuestra pintura. Nada que no concuerde con las modas del norte es incluido en sus salas, excepto que no les quede más remedio.
Si Berni, exhibido en sus salas, supiese que no comparte las paredes con Gómez Cornet, Policastro o Spilimbergo, o si Víctor Grippo se enterara de que en el museo tampoco cuenta en su colección permanente con un interior de Lacámera, seguramente no estarían felices de permanecer allí.
La reciente muestra de Amigos del arte , con una selección de obras poco representativa no alcanza a para llenar el vacío.
Es toda una concepción superficial de la cultura la que provoca esas ausencias ejemplificadas, que supone que se puede construir el futuro sin valorizar el pasado; cambiar una moda por otra sin rendir cuentas, al ser beneficiarios de la poca memoria de los argentinos. Quien ha tenido oportunidad de escuchar lo ridículo que suena un rock en hebreo, alemán o francés puede entender con mas claridad a que me refiero.
Si le pusiéramos más vidala y más chacarera a nuestras cosas, o más Policastro y Gramajo Gutiérrez, se haría evidente una realidad que los curadores y actores del Show business cultural no quieren mirar.
Aparecería el hambre, la exclusión, la desnutrición, y seguramente la necesidad de replantear y planificar, cosa a la que nadie parece estar muy dispuesto. Prefieren que la pobreza, en todo caso, aparezca sólo en algún cuadro de Juanito Laguna de 300.000 dólares.
Lo único que la cultura argentina puede ostentar con verdadero orgullo gracias a Daniel Filmus es un récord Guiness al plan educativo creado en menos tiempo en toda la historia de las democracias modernas.
Pareciera que algunos han podido, recuperada la democracia, continuar con el único plan eficaz para el área de la cultura llevado a cabo hace ya 32 años con habilidad quirúrgica y a punta de fusil, por el “proceso de reorganización nacional” Hasta hoy no supimos recuperarnos de sus consecuencias y muchos de sus lineamientos y parte de la gente que lo llevó a cabo sigue en funciones. “Ese asunto de la cultura” no fue pensado, discutido o planeado por nadie.
* Artículo publicado en la Revista Ñ, en la edición del sábado 13 de diciembre de 2008.
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